Sembrar futuro, vencer el miedo

18/04/2021

El otro día contando historias en una escuela lancé la siguiente pregunta a docentes y alumnos.

-¿Alguien sabe dónde estaremos dentro de 100 años?

Uno de los pequeños me respondió que con su abuelo.
Uno de los medianos me dijo que en el cielo.
Uno de los más grandes contestó que convertido en huesos en el cementerio.
Tras la pregunta y las respuestas surgió un silencio. Es el silencio del misterio, es aquello que no conocemos pero que nos mantiene curiosos y expectantes en la vida.
Seguí la sesión de cuentos y nos hicimos cómplices de nuestra fugacidad existencial y por tanto de nuestra vulnerabilidad frente a lo desconocido.
Mi pregunta entonces sería por qué no tratamos con más naturalidad el tema de la muerte, por qué no aprendemos a bailar con ella en vida y hacerla consciente para que nuestra vida sea más plena, con más sentido, más llena de fe y esperanza.

A través de los cuentos los niños entienden el mundo e integran valores éticos.

El cuento nos permite transmitir valores y amplificar la capacidad de reflexión y pensamiento. Así, nos abre el imaginario a nuevas realidades y a inventar una nueva vida. Si a través de un cuento hablas del misterio, el niño abre su mente a la filosofía y a los sentidos que puede tener la vida para cada ser humano.
La mayoría de los grandes avances en la historia de la humanidad se han producido porque personas que se adelantaron a su tiempo inventaron cuentos en su mente que luego se hicieron
realidad. El ejemplo de Julio Verne es el más representativo al idear historias que luego la ciencia materializó.
Por tanto, ¿no será que deberíamos alentar a los niños a imaginar más, a ensoñar y crear más, lanzándoles preguntas que les movilicen internamente?

En este tiempo tan distópico hay tres preguntas que tal vez deberíamos plantearnos todos:
¿Qué relación te gustaría tener con el medio ambiente?
¿Cómo te gustaría relacionarte con los seres que pueblan la tierra?
¿Cómo te gustaría relacionarte contigo mismo?

Estas tres preguntas claves van a definir el futuro de la humanidad, y como diría Claudio Naranjo “mejor será educar que instruir, puesto que lo primero te enseña a vivir y lo segundo te convierte en esclavo de un sistema que hace aguas”.
Desde Educiona tratamos de llevar a las escuelas herramientas para la vida, para que el conocimiento se convierta en estímulo más que en carga, en placer más que en deber.
Alentamos a los niños a construir un mundo mejor que el que le estamos dejando y proponemos nuevas formas de entender el mundo, que conciban la solidaridad, el respeto y el amor como bases de una convivencia sostenible.

Una buena dinámica para trabajar con niños al hilo de esta última apreciación sería plantear una fiesta en la que no se puede hablar. Solo bailar. A los participantes se les entregan números del 0 a 10. Ellos deciden qué relación van a tener con las personas que bailen cerca de ellos. Si es de 0 (sería que te cae muy mal, si es 10 significa que es tu mejor amigo, si es 5 te es indiferente). Esta dramatización permite hacernos conscientes de qué significa marginar, qué representa excluir, qué se siente cuando no te aceptan.
La mejor manera de aprender algo es experimentarlo aunque sea teatralmente.

Artículo de Miguel Ángel Montilla.
Cuentacuentos profesional.
www.mamproducciones.es

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